martes, 5 de marzo de 2013

Tormentas que dan fiebre

Tienes delante al cristal lluvioso que dibuja con su sonrisa la palabra distancia, tienes delante mil capacidades  para explotar pero sin embargo te llenas de corriente y temes doblarte como las palmeras del temporal.
El agua que se mueve después de retraerse trae consigo restos de marea no sana, trae lo que lleva el fondo del mar y eso te hace estar en una noria giratoria, que como le dije a una amiga el otro día, te lleva a ver a toda la ciudad en llamas y a ti ni te importa.
Esa parte mística que aparece cuando menos la mereces, cuando menos flotas y cuando más te salvan.
Aparecen de repente cuerpos interiores en forma de exterior, en formas de abrazos en volandas en una estación, aparece un fondo del mar esta vez momentáneo pero sin algas.

Giro ante la imagen de pensamientos, ante las posibilidades imposibles y ante la aceptación de negaciones que quizás a la larga sean las que nos hagan sostener a corazones doblados. El universo se retrae cuando enciendes tus cigarrillos robados, lanzas locura con tu caminar y eso no le hace daño a nadie. El equilibrio necesario para sentirte disuelta entre el desorden, que no el caos, desconocemos si al disolvernos nos volvemos a recrear. Y me parece que pienso al estilo vintage, maletas a lo largo del cerebro y luces bohemias en los ojos, me parece que cree nuevos colores en la paleta del blanco y negro, me parece que me equivoque sin haberlo hecho.

No es hora de dar explicaciones, sino de dedicar ese poco tiempo libre que queda a sentarme en el firmamento e imaginar esa paz que me produjo sentirme la boca más radiante de todo el cielo. Algún día el invierno se irá y las chimeneas seguirán encendidas para idear juntos el plan de llenar toda una isla de nieve. El sonido remoto de la distancia atraviesa el ratio de mi piel, escúchame bien que hablo bajito cuando la fantasía brilla por exceso, escúchame de forma aprisionada cuando las barcas de tu puerto no te lleven a mi retiro espiritual, yo, aquí estaré, fluyendo como los ríos cargada de flores que me dan alergia, ya que la alegría mejor me la das tú entre la timidez de la nostalgia y la melancolía que se desliza entre la luna, que al fin y al cabo es la misma para todos los que no somos altos.

Un alfabeto corto entre las huellas del pasar volando, que la historia que soñé la evaporé con el sentimiento improbable de que pudiera pertenecer a un plural erróneo, seguiré creyendo en historias donde no existen tripulantes sin amantes, seguiré creyendo en las personas con nombres rojos, y así me subiré abordo al menos unas 63 veces de tu proverbio añejo, que me dejo la boca llena de vino , llena de preguntas con trampas , esta vez sin el cartón. Sonámbula permaneceré entre los mensajes que descifre en brazos que me alzaron al karma profundo, esos mismos que viven con la experiencia persistente de ver a niños siendo ladrones y a ladrones jugando a ser niños, parecía que desaparecían, pero una vez más la sequía quedará helada, haciéndonos recordar que las estaciones son algo excesivas.

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