jueves, 25 de julio de 2013

Ensoñación de alta frecuencia



Cuando reviente todo en la cocina quedará la manzanilla para enjuagar las penas, y en el baño quedará jabón para bebernos los recuerdos. Los abecedarios de las costillas que he tocado son el mejor acústico de mi desván. Las pestañas saben a galaxias y ¡cuánto para siempre hay en cada sujetador que se quito sin necesidad de ron! He vuelto más que los trenes, me he mareado en cada vuelta y he tenido que entender que no lo voy a entender jamás.
He desechado la alevosía y he creído en cada salida llena de fuego, he golpeado la casualidad y me he enamorado del sexo de los ángeles, que es ninguno, igual que el mío. No creo en las aceras limpias, prefiero intuir el devenir,
y aceptar que ya no soy la que sospecha otros cuerpos, sino la que vive en ambos.

Desde que me fui de mi me intuí
en cada parada de tu cuerpo
en cada desayuno incierto
me fui de mi para volver a ti.

Quizás la ignorancia olvida tender la ropa
divertirse a dos patas
y sobrar aquello que en medio no llena nada,
y así bebo el jabón de marsella
cuando París se quedo contigo en mi.

No quiero arañar mi invierno dormido,
no quiero llamar pena a los dolores,
me doliste, te dolí, fuimos feliz en singular,
no arañaré mi urbe, ni callaré tu recuerdo,
porque no es dolor, sino besarte el sexo.

Parece que es verano y pensarnos resulta más caluroso,
veo ciudades con luces debajo de esta luna,
aún así, sigues en mis huecos sobrantes,
debajo de la casa imaginaria que quisimos hallar.

Siento que nunca morirás,
ni tú música que fue mía,
he aceptado que cortas y sanas,
ahora yo he decidido coserme a base de ostias.
Veo senderos, y muchas letras que piden ser ordenadas,
veo ya sangre en botellas de vino y arte en lo que vivimos,
quizás ahora deba limpiar las noches y dejarme llevar por la ignorancia,
arder pensativa y caer calle abajo para llegar de nuevo arriba,
no te echo, ni me marcho,
ni resisto ni te estampo.

He vivido en las curvas y su miedo,
he vuelto paseando
y me he ido orgullosa de mi ruido,
¡qué desastre tan ignorante!
y ahora estoy bailando,
a veces triste, a veces llena,
a veces borracha y lunática.

Presiento una vida elástica y dispuesta,
sin coronas pero intencionada,
con poco dinero para consumiciones,
pero llena de leña para arder,
con lemas pasionales y noches contenidas,
presiento las explosiones benéficas
y los días cordiales sin espectáculos.

Te otorgo mis vacilantes escalones,
úsalos cuando quieras descender,
cuando quieras danzar sin entender,
tengo el salón de recuerdos abarrotado,
cuidaré cada lenguaje y dialecto,
frenética bajare mis propias escaleras,
me mataré sin matarte,
no prometo nada porque ya muchos días me enamoré
de aquello en lo que no creía y en lo que era igual a mi.

Hay vivencias que se llevan calladas,
se duelen por lo alto,
y se recorren en cada preciso instante,
¡qué nadie me limpie mis derrotas!
yo no creo en ellas,
ni en las fichas del tablero,
solo en aquel jabón,
en aquella manzanilla que me dice ven,
parece que estoy a punto de emprender,
y seguro que de caer alguna vez,
pero prefiero besos a espesas de los dolores,
porque nadie tocará mis olores, ni yo misma,
giraré la cabeza, no me iré,
estaré bajo la lluvia y escuchare tu voz en las visiones,
en casi todas las regiones de mi mente,
pero dominaré las melodías
y buscaré estrellas,
y subiré a la atmósfera,
todo ello para continuar soñando y
llenándome de escenarios viejos que ya van para nuevos.

No es necesario intentar desechar los éxtasis que vivimos en plural, ni negar los quedan por habitar, esto es como una ensoñación continua, como mitades dominantes y supersticiones que encantan a las derrotas, esto es como una ensoñación de alta frecuencia, donde ser fugaces solo se consigue estrellándose.