viernes, 8 de noviembre de 2013

Huella azul, de nombre Noviembre.


Fue hablar y callar, con la impaciencia de que el aire no la llenaba de risa, fue caminar y empezar a volar, con la impaciencia de que las rodillas no volaban tan rápido como sus sueños fugaces.
Y todo eso mientras los pájaros se morían de hambre, como ella a la hora del taxi, como ella a la hora de no mirar el reloj.
Tiene la cabeza algo triangular, el corazón en la boca y las manos moviéndose como un loco testarudo sin razón. Camina sin saber a dónde pero siempre sabiendo hacia quien. Parece intranquila, motivada y positiva, eso antes del café, a media tarde es melancólica, divagante y merienda recuerdo, es buena anfitriona, recibe con una media sonrisa a cada recuerdo que no le deja dormir, y después cuando se da la vuelta, voltea su sonrisa y llora para dentro, muy para dentro, le pega algún golpe al aire, pero sin hacer drama, que a veces lo hay.

Nunca aprendió a huir en sentido contrario sino en sentido ascendente, como los astros, se enfrentaba con el viento, con la lluvia y con las goteras de la cocina, su objetivo no era ganar nada, sino nadar en todos los toldos de arena de su ventana.
Elástica, azul, isla, una de esas chicas "que piensan como todas y sienten como nadie".
Ahora siente que llegó el momento de algo y no sabe de qué, serán sus casi 25 que la invitan a algo sin saber con quién.
No cree en la monotonía, ni en la ecuación con resultado obvio, ojos normales, que miran demasiado, todo se lo imagina, porque a la imaginación la mira, la observa, la cuida.