miércoles, 9 de octubre de 2013

Sin muros en la mirada.


Cuando hablo sola parece que en verdad hablo contigo, echo de menos llegar a 60 años y no poder sentarme en la silla con las mierdas dobladas, echo de menos no imaginarme frente a tu foto y decirte lo bien que me lo pasé anoche mientras la bebida se regalaba entre cada abrazo de bienvenida, y lo echo de menos porque no quisiera que la juventud de hoy tan joven se convirtiera en un descaro que pasa desapercibido el día de mañana. Me imagino en un banco, de esos de madera desgastados, en un parque de una ciudad nocturna, sin viento pero que las hojas se hagan olas cuando los niños pasen, me imagino allí con un cuaderno y un bolígrafo azul escribiéndote lo que me ha sucedido al salir del trabajo, en cada linea habría rimas, conclusiones sin sentido y una manada de melancolía pegada en cada párrafo en forma de plano, te detallaría que llevo puesto y las últimas ideas que se me han ocurrido cuando picaba cebolla y pena.

Me imagino comprando muchas plantas de colores, abriendo la caja de fotos muchas noches, y seguro como ahora, sintiéndome gaviota y creyendo, y tramando y temiendo. Me gusta el presente porque me puedo imaginar el futuro que me descuadrará, me gusta ubicarme en algún lado sin saber dónde, me gusta pensar que llevaré mi taza de café preferida a otra casa, porque siento hogares en un asiento de avión, y me muero de pena cada vez que tiro de la cadena de mis recuerdos.

Se que tus ojos son peldaños hacia el cielo, yo seguro llevaré el pelo suelto, los pendientes de perlas y los zapatos a juego, tú me miraras y la ansia te saldrá por los cuadernos que llevas tatuados en cada espera. Me gusta imaginarme en plural de la vida, sucesiva a ella sin pedirle nada que no haya soñado, y dicen que cumplimos años cada vez que matamos los daños, y dicen tantas cosas que no me creo nada, nada que no haya pasado antes por el vaivén de tu grieta, de tu dardo sin diana, de tus trompetas con libertad. Hoy no voy a llorar por lo que no fue, hoy solo sueño con esta sensación precedera que se irá conmigo al mañana, al futuro astral que llevaremos en la mirada.

viernes, 4 de octubre de 2013

Crónica de un viento anunciado.


Hace viento y se que es tu sonrisa del sur que me mece todas las costuras de este norte deshecho, es la madrugada que me llamas con flores en las manos, es la madrugada en la que caigo y me levanto, me busco no me encuentro, me pierdo y lo recupero en toda la debilidad que tengo.
Vacilan las estrellas y todos los intentos de llamarse como tú, pinto mientras todos los colores se desvanecen en el espacio, ese que un día me abandonó en un puerto con cuatro ventanas hacia mi habitación.
De un zapatazo el país se tiro en paracaídas, todo parece derruido en esta ciudadela llena de plumas, en este estúpido corazón que escribe y te mira.
Mira como cae la lluvia en el océano de los pies que bailan sin destino, mira como sonríe tu vecina de la mano del amor que lleva en el abrigo, mira como no puedo dejarte de mirar entre los novecientos niños que sucios se sienten limpios.

De un portazo salen raíces de un calendario sin días, como si tirasen del cielo a seres que siempre serán sonido en todo este ruido. La conjugación de pequeños verbos esperanzadores hacen que te tenga debajo de mi almohada como tuvo el insomnio alguna vez a Morfeo. Sigue lloviendo en el país de los hombres rotos, sigue amaneciendo tras la herida que se esconde en mi perífrasis incompleta de racionamientos sin hambre. Es la hora de correr tras un idioma que algún día será imparable, es la hora de envolverse en el continuo paseo hacia la memoria que no memoriza ni asume, sino se envuelve y se muerde.

Está todo el patio interior en huelga, construyendo algo desde el aire, mi ventana ya no tiene cristales y el balcón es una pasarela que me lleva hacia todo esa infancia que se lleva en las manos, que nerviosa te escriben sin dirección. Atraída por esta cobertura que me hace adelantarme al invierno y perderme en todas las hojas que cambian de color según lo cargado que venga el café, finalmente mi niña interior me preguntó por el líquido que cura las heridas, le respondí que coma mucho, que se alimente de todos los árboles abandonados y de todos los bancos solitarios, no me ha entendido en nada pero sonríe moviendo la cabeza desde el llanto hacia el infinito.
Compro y vendo la base de los comienzos que se produjeron en cada visita inesperada, vale la pena morir interrogándose cuando quien cuelga de la cuerda son nuestras ganas y no nuestras cuestas sin subir. No necesito de los rascacielos mas altos, ni tirarme al vacío para sentir un vértigo que me haga reconocer la cara de miedo que llevo en la espalda, no necesito del incondicional para poder saber que en cada cucharada de sal hay una flor que no está siendo regada.

Como aquel que sabe que todo lo que hay es parte de lo que un día hubo, todo ello mientras los taxis vacíos se emborrachan con cada destino no cobrado. A estas horas alguien estará teniendo alguna asfixia muda mientras se cambia de piel para poder mañana decir: acaba de amanecer, despierta, estas punzadas son por la luz que entra de entre las nubes, muérdete el labio y sal ahí fuera, todos llevan la cara mojada y bajan hasta algún puerto, no te duermas, despierta, esto es solo un paseo, un devenir abierto al aire que te hace remolino, que te hace ser pánico, despierta dos minutos después, total, todos te llaman y tú solo miras a ningún lado como si el despertar fuese un volver, sin saber a dónde, pero toda contigo.