viernes, 4 de octubre de 2013

Crónica de un viento anunciado.


Hace viento y se que es tu sonrisa del sur que me mece todas las costuras de este norte deshecho, es la madrugada que me llamas con flores en las manos, es la madrugada en la que caigo y me levanto, me busco no me encuentro, me pierdo y lo recupero en toda la debilidad que tengo.
Vacilan las estrellas y todos los intentos de llamarse como tú, pinto mientras todos los colores se desvanecen en el espacio, ese que un día me abandonó en un puerto con cuatro ventanas hacia mi habitación.
De un zapatazo el país se tiro en paracaídas, todo parece derruido en esta ciudadela llena de plumas, en este estúpido corazón que escribe y te mira.
Mira como cae la lluvia en el océano de los pies que bailan sin destino, mira como sonríe tu vecina de la mano del amor que lleva en el abrigo, mira como no puedo dejarte de mirar entre los novecientos niños que sucios se sienten limpios.

De un portazo salen raíces de un calendario sin días, como si tirasen del cielo a seres que siempre serán sonido en todo este ruido. La conjugación de pequeños verbos esperanzadores hacen que te tenga debajo de mi almohada como tuvo el insomnio alguna vez a Morfeo. Sigue lloviendo en el país de los hombres rotos, sigue amaneciendo tras la herida que se esconde en mi perífrasis incompleta de racionamientos sin hambre. Es la hora de correr tras un idioma que algún día será imparable, es la hora de envolverse en el continuo paseo hacia la memoria que no memoriza ni asume, sino se envuelve y se muerde.

Está todo el patio interior en huelga, construyendo algo desde el aire, mi ventana ya no tiene cristales y el balcón es una pasarela que me lleva hacia todo esa infancia que se lleva en las manos, que nerviosa te escriben sin dirección. Atraída por esta cobertura que me hace adelantarme al invierno y perderme en todas las hojas que cambian de color según lo cargado que venga el café, finalmente mi niña interior me preguntó por el líquido que cura las heridas, le respondí que coma mucho, que se alimente de todos los árboles abandonados y de todos los bancos solitarios, no me ha entendido en nada pero sonríe moviendo la cabeza desde el llanto hacia el infinito.
Compro y vendo la base de los comienzos que se produjeron en cada visita inesperada, vale la pena morir interrogándose cuando quien cuelga de la cuerda son nuestras ganas y no nuestras cuestas sin subir. No necesito de los rascacielos mas altos, ni tirarme al vacío para sentir un vértigo que me haga reconocer la cara de miedo que llevo en la espalda, no necesito del incondicional para poder saber que en cada cucharada de sal hay una flor que no está siendo regada.

Como aquel que sabe que todo lo que hay es parte de lo que un día hubo, todo ello mientras los taxis vacíos se emborrachan con cada destino no cobrado. A estas horas alguien estará teniendo alguna asfixia muda mientras se cambia de piel para poder mañana decir: acaba de amanecer, despierta, estas punzadas son por la luz que entra de entre las nubes, muérdete el labio y sal ahí fuera, todos llevan la cara mojada y bajan hasta algún puerto, no te duermas, despierta, esto es solo un paseo, un devenir abierto al aire que te hace remolino, que te hace ser pánico, despierta dos minutos después, total, todos te llaman y tú solo miras a ningún lado como si el despertar fuese un volver, sin saber a dónde, pero toda contigo.


2 comentarios:

  1. me ha encantado este escrito, tan bello. Melancolico y hermoso.

    Saludos, Nahuel

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    1. Muchas gracia por pasarte Nahuel, la melancolía no nos abandona.
      Un saludo.

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