martes, 1 de mayo de 2012

de cristal inoxidable

Abrazas la vida con zapatos de cristal, tienes los pies llenos de ampollas de caminar sin protegerte, arriesgas tu corazón dándole patadas con tus zapatos, esos de cristal. Estás sentada en tu butaca la cual también parece ser de cristal, viendo como tu yo interior interactua por ti en los momentos que menos te gustaría hacerlo, laten tus piernas.
Marcas pasos firmes con tus tacones de amatistas, laten tus pensamientos a ras de suelo, a ras de calle, a ras de una realidad que es de todo menos utópica y de cartón.
Tíldame de taconear en tu alma, tíldame de pensar con tus zapatos porque tu mente no puede, tíldame de loca que es lo que siempre has pensado que soy.
Y la noche cae sobre mis zapatos negros esta vez cubiertos de promesas soñadas en una noche donde París quedo lejos. Llorar con los ojos llenos de vidrios, querer correr hacia la nada y abrazarte a ella, ver desde las afueras de la ciudad que nada pasa, que todo está en el corazón de tus zapatos, que desconsolados lloran un suelo lleno de el equilibrio que todos anhelan conseguir.

Pintando las aceras volviste a mirar mis pies, yo mire tus manos en la distancia sin saber nada, el sentimiento común palpado en el ambiente era el de no estar a la altura de unos tacones que ya de por si dan la altura, porque como en la vida lo verdadero está en la esencia, no en la altura de unos tacones que se quedan a medias.

Tocan en la puerta, llaman al teléfono, el despertador suena, la batería del portátil se acaba, el agua caliente se agota, pero esta fuente de sentimientos acongojados no descansan no cesan ni en el murmullo solitario de los soles de un abril que ya se bajo, que ya se fue.

2 comentarios:

  1. Si esos sentimientos no se agotan es porque son fuertes. De ser así hay que disfrutar de la sensación en la medida de lo posible.

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