Impulso, pasión, garra y soltura entre la primavera que me da alergia, programamos tantas cosas, ¡maldito nosotros! que me hace hablar en plural aún. Es como si me acariciaras al despertar sabiendo que el frío de este piso de estudiantes se cuela entre mis cafés, entre mis bolígrafos olvidados y es llanto a gritos el aceptar que unas líneas avanzan mas rápido que algunos brillos.
Eres ese jazz, ese ritmo frenético que me tiene a ralentí. Fue costumbre rechazar los teatros si los protagonistas no eramos dos en uno, fue costumbre rechazar los cajones si el polvo no éramos nosotros. Ese corre, ¡ven y dime! ese levántate ya ¡cariño no te vayas! y el corazón lleno de licor nos guiño un escalofrío.
Fluida como un río, con necesidad de que me mezan según el mes del año, será la melancolía cercana a cumplir cicatrices. Será que no me había sanado y los modos que bebí me hicieron más Paola que Sara y es que a mi no me gustaba nadar en el barro sino lanzarme en enlaces de vida que derribaban a todos los guiones de películas mudas.
Será que tengo miedo como toda persona bajita a caer desde muy alto, será que sobrestimé mi lealtad, será quizás esto de salir de los 23...
He ido en desorden para ordenarme y he vivido enlazada a ubicaciones mágicas para vivir lo que nadie escribió, pero eso de que algunos se hayan ido en Noviembre me está haciendo el invierno más largo y frío de lo que espere.
Qué tanto escribieron en mi y ni cuenta me di... con qué pluma, con qué tacto... Crucé la espalda y salté de lunar en muy temprana edad, amanecí después de las 11 con sujetadores llenos de dramas, ahora el rojo sigue persiguiéndome, fiel a mi versión invernal.
Febrero no me iba a dar tregua, lo sabía, sabía que me iba a recordar que yo nací entre el carnaval y que a veces no todos los disfraces se pueden quitar con agua caliente, y así voy con la gripe de la vida y calentándome en los rincones de aforos limitados. Y así voy invitando a Febrero a mis balcones.
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