Después de un mes confinados seguimos conjugando verbos mentales que rimen con libertad. Después de afirmar mentalmente que la cuarentena puede durar 60 días, 60 más uno, más dos y tres en tiempos de reflexión, de la nada y del todo, de lo que queramos elegir sin que sea impuesto, impuesto acatado el de no salir, ese si.
Tenemos ahora que salir en nosotros, darnos una vuelta por el bar de nuestra mente, pasear por el parque de nuestros recuerdos, ir al supermercado de nuestros logros y fracasos, caminar sin rumbo por las arterias rojas de una noche de primavera, abrigarnos cuando el viento sople en ese banco de la mirada perdida hacia “qué pasará después de esto”, acariciarnos el cuello mientras observamos como nuestros pies imaginan la orilla del mar, mover la cabeza de lado a lado mientras el pelo nos cae en la cara del hoy, mirarnos los labios mientras dicen te quiero en la línea fina de los planos de la casa hacia todas las casas que quieres, pestañear sin marearte al verte llorar por la vulnerabilidad que no hace diferencias y excava más la brecha ya vulnerada, aplaudir y llorar sin saber por qué mientras el cielo se hace nuevo, mientras nosotros nos hacemos un poquito más pequeños ante la inmensidad de las estrellas que siguen brillando cada día, pasear hacia los trabajos imaginarios por tus piernas mientras todos vamos precipicio abajo llegando al mar, es verano, la noche más corta del año, volveremos a pasearnos fuera de nosotros, pero ahora tenemos que caminarnos, tocarnos por dentro, la oportunidad impuesta de no tener que hacer nada ‘para’ sino por ‘todos’ nuestros lugares interiores que se alegrarán de conocernos un poquito mejor.
📷Le saqué esta foto a mi amiga en las Dunas de Maspalomas en un otoño mental por ser esto Canarias.