Como ese grito en coche que sale del cohete de tu cuerpo, como esa intensidad de no frenar justo al doblar la esquina, así perdida me fui encontrando con partes de mi cuerpo que había perdido en el mar de tu nerviosismo interlinear.
Polifacéticamente perversa al dormir, con aplausos como disparos, como el recuerdo que te mece antes de aceptar esa realidad difuminada y de feria.
Siempre mudos ante los gritos y los ruidos de quien no sabe vivir al son de un enero frenético, y todo pasa y todo llega me dijeron mientras las copas de ron se esparcían entre la ropa de abrigo. Ese baile con la vida en tacones de caricias introspectivas y dardos deslizantes, aprender de ello,o no, está en nuestra capacidad de cantar, en nuestra capacidad de beber dos sorbos de café sin azúcar y marearte con la tramontana sin chaleco salva vidas.
Pasen y vean, comienzan las escenas de mi vida, desde rojo a blanco y negro, desde negativos a carretes encima de la cómoda. Sin ultimar detalles, sin tejer verdades, simplemente mi alma se dejo llevar, se dejo multiplicar para no dividir nada. Se acaban los aires cuando no se toman sin vivir, se acaba la poesía sino potenciamos nuestros poderes de antihéroes. Programados sin manual, no se puede apartar el pasado mojado ni volcar el futuro incierto, pasamos como pasan dos vidas al nacer, y eso se guarda y se revaloriza a medida que el imperio cae, y así seguiremos saliendo de la trinchera y guardando en cajas rojas toda la sangre besada a borbotones, porque una cosa no sabré, pero dos si he sentido.